Siempre que veo películas de horror survival, cuando el protagonista ya está cojeando, con un ojo de fuera y lamiendo líquen de las piedras para sobrevivir otro día, pienso que qué hueva, que yo me tiraría de panza ante el zombi o el asesino a la primera y me ahorraría todos esos problemas.
Pero cuando me toca enfrentar el horror survival de mi mente y, por consecuencia, de mi cuerpo, o al revés a veces, siempre hago todo lo que puedo por aguantar un poquito más y llegar al otro lado, cojeando, con un ojo de fuera del alma y lamiendo líquen de las piedras místicas, terapéuticas y médicas para sobrevivir otro día. Y siempre quedo viva para la secuela.
Ni siquiera sé si es que realmente lo quiera, pero lo hago.
Ojalá al menos el final de la saga demuestre que valió la pena.
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