lunes, octubre 16, 2023

El día de la marmota de la salud mental

Siento que es demasiado pronto para sentir que ya intenté todo para estar bien y demasiado tarde para guardar esperanzas de que algún día algo va a funcionar.


En cualquier momento voy por ahí, por donde sea, caminando tranquila y, en esta caricatura antigua en la que me tocó vivir, me cae sobre la cabeza el piano de la ansiedad. El cuerpo se me pone rígido, me duele todo y el mareo es constante; ha de ser porque el mundo se sigue moviendo y yo otra vez me quedé paralizada en este malestar que se supone que ya estaba empezando a sanar.


Y aquí es donde todo vuelve al inicio, o al menos a la mitad.


Lo último que intenté para estar "mejor" cuando me sentía "bien" (aunque desde el hoyo portátil marca ACME que me puso enfrente el correcaminos de la salud mental en los últimos días, "bien" y "mejor" suenan muy peor, muy mal) fue aprender a llorar.

Parece que, como a los animales recién nacidos que necesitan que les laman los genitales para aprender a orinar y cagar, a mí nadie me lamió el alma para enseñarme a llorar. O quizá ya venía mal de fábrica. 

Mi pecho no es bodega, pero sí es composta, porque todo se queda ahí y, aunque a veces nacen cosas bellas, la mayoría del tiempo lo único que se ve y se siente y está presente es el gusanal.


Fui (otra vez, siempre otra vez) a terapia y fui a las constelaciones familiares y fui a la página de los aceites escenciales y de todos modos no pude llorar. 

Aunque sí, de a poquitos, y sólo en estos días que me siento tan mal. Pero ni esos poquitos fueron por mis muertos que extraño y por el dolor de mis vivos y por el horror de que (otra vez, siempre otra vez) estaba bien y de nuevo todo (aunque no todo, pero algo, lo suficiente para que se sienta como todo) mal. 


Todos mis esfuerzos terapéuticos se condensaron en una lágrima por un reel de animalitos, otra porque en Friends hay personas que en su amistad encontraron su hogar, otra porque Taylor Swift es increíble y la última porque Connor Oberst olvidó a su Yellow Bird. ¿Cómo se te pudo olvidar? Pero nada más.

¿Eso cuenta como avanzar?


Dicen que la migraña tiene un aura que les avisa a sus suscriptores que ya casi va a salir el nuevo episodio. Los años de experiencia me han enseñado que la ansiedad, la mía, también tiene algo así. Los médicos le dicen Síndrome de las Piernas Inquietas, yo le digo La Sirena que Anuncia la Inminente Llegada de un Ataque Nuclear que me va a dejar el cuerpo adolorido y el espíritu paralizado. 

El primer día es una sensación en los muslos. El segundo son las ganas de pegarme en las piernas hasta que se vaya esa sensación del primer día. El tercero es el impulso de cortármelas con un cuchillo de carnicero y ya los siguientes son la consecuencia de no haber escuchado, otra vez, el aviso de que tenía que echarme a correr en vez de quedarme ahí sentada esperando que un poquito más de mí termine convertido en sombra nuclear.

Pero ¿adónde corres cuando eres tu propia ciudad que están por bombardear?


Si tomo medicina le hago daño a mi cuerpo y si no la tomo le hago daño a mi alma. ¿Cuál vale más? 


Si voy a terapia, les escucho hacer interpretaciones de manual y ni siquiera me atrevo a decirles que siento que hasta la curaduría del algoritmo de internet me ve más.


Si me unto el bálsamo suave del pensamiento mágico, me siento muy dos de espadas. Y tampoco me quiero engañar.


Otro ciclo. Otra crisis. Y otra vez, siempre otra vez, intenté todo y logré nada. Nunca es suficiente, porque yo no soy suficiente. Si lo fuera, mis cuidados y mis intentos valdrían de algo y no estaría aquí de nuevo, sintiéndome tan mal.


Pero ya sé que no es verdad.


Ya sé que esto también va a pasar.


Y voy a estar bien.


Y luego mal.


Y luego bien.


Y luego ya.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

💗✨

Dama Caguamas dijo...

Amé ✨

Anónimo dijo...

Me encantó.

Anónimo dijo...

🖤

Hieródula Incrédula dijo...

Sí. Los gatos ayudan cuando no están orinándolo todo porque se enojaron de que no venden ya su arena en costco o cuando uno se preocupa, siempre, de cualquier cosa de ellos también. Aiñ.