Me da cringe el cringe que me daban las gordas que hacen de ser gordas su personalidad. Esto y aquello porque gorda. Mi ropa de gorda. Mis fotos de gorda. Mi vida de gorda.
Pero pues es que sí son gordas.
Sí somos gordas.
Sí soy gorda.
Mi ropa y mis fotos y mi vida son de gorda.
Me doy cringe cuando lo enuncio, porque me gusta creer que soy muchas más cosas además de gorda, pero me da más cringe pensar en los años que he pasado intentando existir sin mencionarlo, para no molestar, para no incomodar, para que la pobre gente no se vea en la penosa necesidad de decirme que no estoy TAN gorda o que sí pero bien acinturadita o que mis amigas no tengan que señalar sus propios defectos, su panzota que es pancita normal y sus aguados y su celulitis e incluso una vez tuvieron chubrub tras caminar tres días en el desierto y querían llorar, como para que yo no esté triste por estar gorda porque la sociedad es horrible para todas las mujeres de todas las tallas y todas sufrimos igual.
Pero yo estoy gorda y no estoy sufriendo. Estoy en un proceso de no sentir cringe por no estar sufriendo por estar gorda, por decir que lo estoy, y ese proceso está sólo en mis manos, pero esta recién descubierta capacidad de existir sin la pena profunda de incomodarlos con mi gordura no se la debo a nadie más que a las gordas que hicieron de ser gordas su personalidad.
Perdón por sentir cringe por nosotras.
Perdón por no tener una palabra mejor que cringe.
Gracias por enseñarme a estar como estoy. Y estar en paz.
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