viernes, diciembre 12, 2008
martes, noviembre 11, 2008
Trencitas Rubias
Guitarras eléctricas afiladas como cuchillos. Gritos, bajo y batería martirizadores como los latidos del corazón de un hombre que corre. Sonidos secos y descarnados que rebotaban en las paredes húmedas y oscuras de hormigón y le arañaban los tímpanos. La lengua, el cerebro. A él y a los demás, ensordecidos en el éxtasis percusivo.
No esperaban otra cosa de una noche fuera. Tanto si la pasaban en la calle, con la helada, llenándose de cerveza y aullando a la luna como extrañas fieras de cuero asilvestradas por el asfalto, como si se sumergían en el estrépito y el calor sofocante de un sótano o un local, todo valía para ellos. Alcohol, bullicio y falta de pensamientos, una mezcla diabólica y embriagadora que a veces les hacía sospechar que esos tres elementos eran el barro con el que estaba hecho el paraíso. O el infierno. O los dos.
Al chico le valía con eso y, no se sabe cómo, logró apoderarse de un vaso de papel casi lleno de cerveza, bebérsela y volver a zambullirse en la masa que se agitaba al pie de la tarima antes de que al legítimo propietario le diera tiempo a protestar. Se dejó arrastrar por el baile alocado que ondeba sin compás con el ritmo insostenible de las balas del punk rock disparadas por los instrumentos, incrustaciones metálicas y destellantes que el sudor y la música había fundido con la carne.
Las sacudidas de los cuerpos y miembros estaban desacompasados. Un empujón demasiado fuerte le lanzó contra uno de los amplificadores y le agredió el delirio ensordecedor de unas notas crudas y hostigadoras. Al chico le entraron ganas de ponerse de cara a la fuente de esos sonidos para que la música le arrastrara de una vez por todas. Como por una explosión atómica, y a quién le importa, podría hacerlo, podría hacerlo y que les den por culo a todos, pero apenas se había formado ese pensamiento en su mente confusa cuando la ondulación de la multitud ya le había arrastrado lejos del amplificador, entre hombros, pelos, camisetas empapadas de sudor y caras pintadas y chillonas.
El chico se olvidó de esa idea y siguió como antes el ritmo general, bailando, sudando, gritando las palabras de la canción que recordaba e improvisando las que había olvidado. Le pareció ver agitarse el brazo de un amigo suyo en el fondo de la sala, en la orilla opuesta de la laguna frenética de cuerpos y sonidos en la que estaban sumergidos y devolvió el saludo sin parar de bailar. No tenía ni idea de dónde se habían metido los demás, pero la preocupación no le rozaba siquiera, eliminada de la cabeza por toda esa música que pegaba, gruñía, aullaba, ensordecía como un demonio artificial evocado por la banda que se movía en la tarima.
Brujos eléctricos, pensó, y soltó una carcajada innatural directamente en la oreja del chico que tenía delante, tan fuerte que el otro se volvió a mirarle, sorprendido durante un segundo y divertido el segundo después, y se unió a su carcajada.
Brujos eléctricos, qué buena idea, qué idea más cojonuda.
Buscó con la vista a sus amigos durante un momento, pero no consiguió localizarlos. De todos modos daba igual, porque a causa de un extraño encantamiento, al final de cada noche, por cargada de alcohol o droga que estuviera, siempre lograban encontrarse de un modo u otro. Así que se olvidó de ellos también y centró su atención en el escenario y los brujos eléctricos que (one, two, three, four!) acababan de atacar otra pieza, aún más cruda, rápida y sincopada que la anterior.
-¡EH! -gritó, cruzándose con el azul oscuro de los ojos muy abiertos de una chica rubia que bailana cansinamente junto a él, pensando devolverle un poco de energía con esa exclamación entusiasta y elemental-.
-¡EH! -repitió con fuerza. Una sonrisa torcida y extasiada le moldeaba los labios agrietados-.
Pero la chica ni siquiera contestó a la sonrisa y siguió bailando encajada entre los cuerpos. Su cabeza se bamboleaba hacia adelante y hacia atrás, azotando con sus trencitas rubias el aire frenético y lleno de humo, con los ojos muy abiertos, paralizados en esa expresión que parecía la única de su repertorio.
El chico arrugó la frente y sintió la tentación de acercarse a la cara de la chica, ponerle los labios junto al oído y repetir el concepto (¡EH!) con todo el aliento que tenía en el cuerpo. Pero quizá no fuera una buena idea. Puede que la chiquilla estuviera borracha perdida, o emporrada, o empastillada, vete a saber, y puede que tuviera un novio de un metro noventa, celosísimo, de esos que se mosquean por nada, y puede que el novio en cuestión interpretara su gesto por un intento de ligue y… no, mejor olvidarse de la chica, decidió, e intentó volver a cabalgar en la ola eléctrica de la música.
Pero le costaba recuperar el ritmo.
De pronto los empellones de la gente que le rodeaba ya no eran pasos de una danza tribal y liberadora, sino algo estúpido, desangelado, irritante. Se sintió desorientado.
Todo por culpa de la chica con sus trencitas rubias y sus grandes ojos abiertos de par en par, con esa cabeza que se bamboleaba y parecía que se movía sólo porque los que tenía a su alrededor se estaban moviendo, pensó el chico tratando de recuperar el entusiasmo que casi le había hecho estallar las venas hasta un momento antes. Inútilmente, Se le había escapado el rimo y hasta la música le parecía lejana ahora, pese al estrépito que llenaba el aire y le arañaba los tímpanos con garras ásperas de metal.
-¡A tomar por culo, joder!- musitó, bailando ahora ya sin el menor rastro de pasión. -¡A tomar por culo!
Volvió a mirar. Trencitas rubias, que parecía a punto de derrumbarse, una muñeca inflable pinchada que segundo a segundo perdía aire y vida y acabaría pisoteada por el público del concierto. Incluido él, probablemente.
Peor para ella si había perdido el ritmo, pensó arrugando la frente y dándole a la muchacha un empujón distraído. Ella por poco no le cae encima, con la cara tapada por la cascada de trencitas, zarandeando los brazos como si estuvieran vacíos, sin huesos, sin músculos. Una muñeca rota que evitó la colisión con él gracias al movimiento rapidísimo de un brazo que le pasó por la cintura y la volvió a enderezar.
Otra vez de pie, otra vez bailando con los demonios de rabia y adrenalina evocados por los brujos eléctricos que estaban sudando el alma en la tarima y (one, two, three, four!) se estaban tirando de cabeza en otra canción. Pero el chico apenas se dio cuenta, porque en la brevísima fracción de tiempo que Trencitas Rubias había apretado el cuerpo contra el suyo, él había tocado con su mano cálida y viva algo viscoso y húmedo y pegajoso y se había dado cuenta de qué era eso tan extraño, eso que no encajaba en ella.
El caso es que Trencitas Rubias tenía el vientre rajado, la piel helada y no bailaba como bailaban los demás, por la sencilla razón de que Trenitas Rubias estaba muerta.
Trencitas Rubias, joder, estaba muerta.
Y el chico se puso a gritar y a moverse entre los cuerpos resbaladizos de música y frenesí y recuperó la energía y el ritmo que poco antes creía haber perdido. Pero nadie pudo entender el verdadero motivo por el que se desgañitaba y se agitaba de un modo tan desesperado. Nadie. Porque había estrépito, alcohol y falta de pensamientos y la música les estaba empujando hacia una meta que sería idéntica y distinta para cada uno de los presentes, la cima de un paroxismo en el que los gritos de uno serian los gritos de todos, el placer de uno el placer de todos y la locura de uno la locura de todos.
Sin saber realmente por qué, el chico dejó que sus brazos se deslizaran alrededor del cuerpo frío de Trencitas Rubias y la estrechó. Notó el líquido pegajoso de la sangre que le había empapado el vestido, notó los pezones completamente endurecidos apretarle la camiseta, y notó el hielo de ese cuello en el que, a su pesar, sin saber por qué, estaba hundiendo la cara mojada por las lágrimas. Lloraba porque Trencitas Rubias estaba muerta pero seguía bailando, arrastrada por el ritmo general y la tempestad áspera y furiosa de la música. Lloraba, sollozaba porque Trencitas Rubias había sido tan bonita y ahora estaba tan vacía, sus intestinos se habían escurrido por la gran raja abierta en la barriga como la parodia de una vagina, de un sexo suplementario e inútil. Probablemente los chicos que estaban allí bailando le habían pisado las tripas sin darse cuenta, porque en un sótano donde se celebra un concierto de entrada libre hay tantas porquerías que nadie se preocupa de ellas. Pero el chico lo sabía, sabía lo que eran las cosas viscosas que había estado aplastando hasta entonces con las suelas de sus botas, y ese conocimiento le hacía derramar más lágrimas que le quemaban los ojos, y estrechar a Trencitas Rubias era como decirle no estás realmente muerta, todo esto no es más que una broma de mal gusto, una vez terminado el concierto podrás volver a casa como todos los demás, y dormir y soñar, de veras, de veras…
Fue entonces cuando se percató de que había recuperado el ritmo, abrazado al cadáver de la chica rubia. Casi le dieron ganas de reír, pero no se rió, siguió llorando y bailando agarrado desesperadamente a ella. Otras canciones se persiguieron por el aire, rompiéndolo y recomponiéndolo en imprevisibles rompecabezas, dibujando en él sonidos duros, concretos y reales, tan reales que casi parecían visibles con el ojo humano. Trencitas Rubias seguía bailando, Sostenida por sus brazos, que, quién sabe dónde, habían encontrado las fuerzas para sujetarla y llevar al extremo esa ficción de vida a la que alguien la había arrojado.
Las palabras le resbalaron por los tímpanos como algo viscoso y asqueroso, una legión de insectos que buscaba una grieta en su cabeza para entrar en su cerebro y empezar a roerlo.
Sin aflojar el abrazo helado de la chica muerta, volvió la cabeza hacia el lugar de donde le pareció que había salido la voz y le vio. A pocos centímetros de su oreja estaban los labios del chico que sujetaba a Trencitas rubias en el momento en que estuvo a punto de caerle encima. Era un chico como todos los demás, idéntico a él y a sus amigos (y esta noche quizá, después del concierto, ya no les encontraría).
El otro sonreía.
-Trencitas Rubias… La has matado tú.
Y entre sollozos ni siquiera estaba seguro de que el otro le podía oír.
-Sí, pero ella sigue bailando -contestó el chico sonriendo-. Ahí está la gracia. Estarás de acuerdo conmigo.
No tuvo más remedio que asentir, pues el sentido de lo que había dicho el asesino le estaba llenando la mente, la garganta, y la ingle como una marea sucia y asquerosa que subía y subía u subía, imparable.
-La has matado -sollozó sin parar de bailar, atado al cadáver de Trencitas Rubias-. La has matado.
-Sí -le dijo la voz acompañada de un aliento cálido y maloliente, directamente al oído-. Pero lo has entendido y no tiene sentido que sigamos hablando de ello, ¿verdad?
El chico movió la cabeza y vio que el asesino abandonaba su sonrisa para estallar en una carcajada. Algo helado y cortante le acarreró los dedos que estrechaban los costados de Trencitas Rubias y le arañó la piel. El chico sonriente dejó de reír, apartó un mechón del pelo de la chica y la miró directamente a los ojos durante una fracción de segundo.
-Ahora tengo que sacar a bailar a otra -dijo mortalmente serio-. ¿Le harás compañía mientras vuelvo con vosotros?
El chico asintió, lloroso, y no consiguió cerrar los ojos, aunque lo deseaba con todas sus fuerzas, borrar de su mente el rostro, los iris grises y espléndidos, las pupilas dilatadas del asesino. Asintió con fuerza y, hundiendo la barbulla en la piel fría del hombro de Trencitas Rubias, se mordió la lengua.
-¿Me lo prometes?
Una orden disfrazada de petición.
-Sí -lloró él. Una vez sellado su acuerdo supo que podía volver a esconder la cara en el pelo rubio de la chica y cerrar de nuevo los ojos.
Con los párpados apretados pero los oídos bien abiertos a los sonidos y los delirios de esa noche manchada de rojo, oyó cómo la banda se zambullía en los riff y los solos ensordecedores de otra canción (one, two, three, four!).
Entre las lágrimas se echó a reír y a reír, y sin dejar de reír estrechó más fuerte a la chica muerta y siguió bailando.
El concierto estaba llegando a su fin, el cantante del grupo que sudaba y rugía en la tarima maltrecha anunció que iban a tocar la última pieza y el chico abrazado a Trencitas Rubias volvió a reír, y siguió cuando (one, two, three, four!) los primeros acordes de la última canción arremetieron contra el y el resto del público como olas hambrientas de una marea de electricidad arrolladora. También siguió riendo mientras las notas de la última frase le cavaron surcos en la piel y en los pensamientos. Reía porque el asesino había desaparecido y él estaba abrazado a Trencitas Rubias, y reía porque no paraban de bailar juntos, como si la música no fuera a acabarse nunca. Reía porque los demás no podían entenderlo. Reía porque no tenía ni idea de dónde estaban sus amigos. Reía porque ya no le importaba nada.
Y sobre todo reía porque Trencitas Rubias, a pesar de a raja en el vientre, seguía bailando con él.
Y porque quizá nunca pararían, los dos.
sábado, noviembre 08, 2008
Que me hablen en metáforas, como dicen que hablan...
Hace unos años había vuelto del trabajo a comer a mi casa. Me acosté en lo que se hacían las 3 de la tarde. Llegó la hora y seguía acostada, medio durmiendo, medio pensando "y si falto a la primera clase, y si también a la segunda, y si sólo voy a la optativa, y si no voy", mientras en la tele se veía el Conejito callado. Cuando estaba decidiéndome a dejar que las cosas pasaran sin mí, una voz desde la televisión me despierta diciendo: "¿No vas a ir a la escuela? ¿Por qué no vas a ir a la escuela? No puedes llegar siempre tarde. ¿Por qué eres tan irresponsable?". Si hubiera sido mi mamá, si hubiera sido el teléfono, si hubiera sido cualquier otra voz, hubiera seguido dormida, pero a la tele se le escucha y eso se sabe. Llegué a la mitad de la primera clase y a alguien le confesé: "vine porque el conejito callado me habló".
La semana pasada estaba en Budapest, después de unos días terribles en Alemania de donde no podía salir porque perdía trenes, encontraba sólo hoteles cerrados, caminaba de madrugada por calles solas y heladas y oscuras y nadie pero nadie me quería hablar si no me conseguía un curso inmediato e intensivo de alemán. Estaba entonces ahí parada en una plaza de reyes y héroes, muy cansanda y muy triste y pensando que todo, cualquier intento por grande o pequeño, como para qué, si al final nunca se deja de ser eso que se es, cuando volteo a un museo detrás de mí donde se leía en una manta grande grande "try again, fail again, fail better" y de pronto, esa cosa pequeñita y efímera: la felicidad. Así que esto es mi vida.
Así que esto es lo que soy. No triunfo pero fracaso en cuantas formas posibles voy conociendo.
Tal es mi victoria.
Ever tried.
Ahora lo sé y me nombro. Soy la gran fracasadora. Y soy la mejor.
viernes, octubre 17, 2008
97% temores 3% algodón
Sí, I'd trade all of my tomorrows for one single yesterday. Pero también todos mis presentes (todos, que no falte uno) por un mañana. Con que hoy no sea hoy, porque hoy es de transcursos, y pocas cosas odio (temo) más. How's it going to end? Brrr.
Ya me voy. Cual Simplemente María, al parecer. Sin caja de huevo Guadalupe amarrada con un mecate, pero sí con una maleta con birotes y tortillas que me fuerzan a llevar a cambio de recogerme en Amsterdam tras la advertencia de que nunca voy a encontrar la casa en un pueblo que ni sale en los mapas.
Bonita cosa.
En serio, bonita cosa.
Me gusta mucho el blog de Karla, me gustaría tener su capacidad de ver las cosas bonitas y nombrarlas así, sin buscar mucho más.
Eso quisiera hacer esta vez. Eso deberían ser los viajes. La belleza nomás. Pero no me pido que yo no sea yo.
¿Sabes cuál es tu problema?
No. Ninguno.
Estoy contenta, fundamentalmente contenta. Total, ¿qué es todo lo demás si ni siquiera lo puedo nombrar?
Pronto: vuelvo.
Chau.
martes, octubre 14, 2008
Kids will be kids
A mí no me cabe el siempre, pero de vez en vez pienso que algunas personas son diferentes. Mi eventualmente tampoco falla.
Al final, al fin y al cabo, la gente siempre es gente.
Y la gente siempre es medio pinche.
Because everyone else is boring (yes)
And because you're different (not)
martes, septiembre 30, 2008
¬¬ de la vida misma
- Pues ve nomás, ¿por qué torciste la cara así?
- Estaba sonriendo
- Ah...
lunes, septiembre 22, 2008
Culpo a todo
A veces estoy contenta y a veces no. Todo eso ha cambiado en los últimos dos años. Espera. ¿Todo eso? No. Sigo estando de hueva y eso sigue sin parecerme mal.
Por una parte, se sabe por experiencia, "hay personas tan inmutables que los llegas a odiar, como llegas a odiar el contenido de un ipod nano". Pero la verdadera desgracia: no tengo cable para pasar canciones y esto se aparece como algo imprescindible (tremendeando ando). La canción. No está buena la historia de cómo Space Oddity sabe algo que yo no sé, pero está bueno que lo sepa y que yo sepa que lo sabe.
Cosas por arreglar y listo. Nimiedades, just keep on moving.
Y, básicamente, ya.
Can you hear me, major Tom?
No.
lunes, septiembre 08, 2008
Start spreading the news...
En estos momentos y gracias a mi conocimiento con calidad de perro pavloviano (renombremos la cobardía, culpemos) no registro más emociones que el espanto babélico, el horror, la mutilación.
Elegante y distinguida solución al todo: elaboración de listas de los montones de cosas que pueden salir mal. Podrán destruírme pero nunca tomarme por sorpresa.
Mjá.
sábado, septiembre 06, 2008
Sin marinero y sin capitán
A nadie voy a engañar.
lunes, agosto 18, 2008
domingo, agosto 03, 2008
Se estira hasta el infinito
Pinche blog.
Pinche gente (eso qué, pero lo quería decir porque nunca está de más).
Y esto de las notas de Ciorán:
Nadamás.
domingo, julio 13, 2008
Likes/dislikes en bicho time
lunes, julio 07, 2008
Les nombro caballeros
6.- Rojo40. El bloguero nuevo más entusiasta de la historia. Pone como 15 posts por día, todos buenonditas y graciosos. En las primeras semanas se hizo de haters católicos furibundos, así que nada puede ir mal con este blog.
3.- The wini years. Quiero que sus autoras me hagan un hijo. Nadie debe fiarse del último post, que es largo y azotoso, ha tenido momentos mucho mejores que eso, lo juro.
7.- La gracia de dar las gracias. Post cortitos con imagenes de ex votos chingoncísimos. Este blog vale un montón la pena y además uno aprende cosas por demás importantes y que se pueden necesitar en cualquier momento, como a quién encomendarse para matar a tu marido y que no te agan nada. Oh, Dibino Rostro, protégenos.
Bonus: La isla a mediodía y Cierra la puerta al salir. Demostrando que las Lilianes son la pura neta quedan como muestra estas dos. Lilián, la primera, es graciosísima, no cabe en sí de ingenios, y Lilián, la segunda, es hacedora de posts encantadores que me gustan especialmente por los tapatiísmos y letrismos a un nivel que casi azota pero siempre rebota en el buenhumor. Debe ser una cosa con el nombre. Hum, algún día se enfrentarán a mí y... eh... Graciela Beltrán.
Reagradecimientos a Bandala. Salú.
lunes, junio 23, 2008
A veces vuelven
martes, mayo 20, 2008
Lo que pasa después de lo que queda
El blog era grandioso en sus (y quiero decir, claro, nuestros) inicios. Ya no lo es.
Si me pongo a pensar en esto es porque cuando le enseñé a Carolina el twitter me dijo "pero es como para gente que se la pasa en la computadora" con el mismo desdén con el que me dijo que esa mamada qué cuando le enseñé el blog.
El twitter me deja ese gusto a buena y vana diversión mientras paso todas las horas que paso, y de cualquier forma pasaría, en la computadora, como antes el blog. Tiene ese saborcito a inmediatez, a sinceridad, a simpleza, a estarlo pasando bien.
Sí, es diferente, cuando empecé con esto estaba segura que nadie lo iba a ver jamás, porque no, qué indignidad. Después algunos amigos conocieron el blog y yo conocí por el blog a algunos amigos. El twitter me viene más como un chiste local, como un buen chiste local que me entretiene, que me da el placer voyeurista inmediato y breve de personas sobre las que hace tiempo sé, que de pronto me emociona, que me nostalgia, como ahora, también.
Este Impecable y Diamantina, que su nombre hermosísimo siempre me lo pareció y es lo único que aún sostengo, me dio personas con las que de otro modo no me iba a topar y que ahora agradezco como lo que más, me dio viajes, encuentros, momentitos breves y momentitos más largos, me dio el placer del drama, me entretuvo y todo lo demás que ahora el twitter, pero, y ni siquiera sé cuando, se acartonó. No quiero decir que se acabó (no sería cierto, además, me conozco, me sé).
No sé si valga contar como nostalgia verdadera esto que me viene hacia los tiempos perdidos en la computadora, este sentimiento ante los años del blog. Tal vez sea sólo esa picazón que se despierta ante la parodia del eterno retorno.
Que viva el rey.
jueves, mayo 15, 2008
Te doctor is in
Gracias Lucy, eso debe ser.
Charlie Brown: I don't think that's quite it.
Lucy: How about cats? If you're afraid of cats, you have ailurophasia.
Charlie Brown: Well, sort of, but I'm not sure.
Lucy: Are you afraid of staircases? If you are, then you have climacaphobia. Maybe you have thalassophobia. This is fear of the ocean, or gephyrobia, which is the fear of crossing bridges. Or maybe you have pantophobia. Do you think you have pantophobia?
Charlie Brown: What's pantophobia?
Lucy Van Pelt: The fear of everything.
Charlie Brown: THAT'S IT!
***
No tendré una solución, pero tengo un problema, no se podrá decir que no llevo un avance. 50/100.
lunes, mayo 12, 2008
Antes era chévere (not)
Ha de ser la edad.
jueves, mayo 08, 2008
martes, mayo 06, 2008
Sólo que sea por eso (??? mode on)
No entiendo.
Ya no.
lunes, mayo 05, 2008
De motivos (desmotivos)
Tendría que reformular mis motivos. Ponerme a leer o (¿y/o?) a vivir, pero mnah. Me obstino.
Nada me parece más vulgar que escribir sobre escribir. Quizá escribir sobre la vulgaridad de escribir sobre escribir. Ad nauseam.
Y extraño. Por necedad, por ocio o por vicio.
Y escribo. Por envidia, por cobardía o por comodidad.
Igual extraño e igual escribo (aunque ni de eso ni de esto hablo; tengo principios).
Y extraño. Cuando no están o se van los que estaban y veo huecos y reconozco ausencias y fabulo espantos.
Y escribo.
Me sé. Qué necia, ociosa, enviciada, envidiosa, cobarde y comodona. Sin novedad.
domingo, mayo 04, 2008
El fin de la parálisis
La vida no es un ensayo, aunque tratemos muchas cosas; no es un cuento, aunque inventemos muchas cosas; no es un poema, aunque soñemos muchas cosas. El ensayo del cuento del poema de la vida es un movimiento perpetuo; eso es, un movimiento perpetuo.
Augusto Monterroso
Eso es, un movimiento perpetuo.
sábado, mayo 03, 2008
La fe que no me tengo
Porque sé que no puedo.
Sólo por eso.
viernes, mayo 02, 2008
Borusitas Mi Alegría
De la perfección me gusta lo subjetivo, que cada día es diferente, maravillosa, nueva.
miércoles, abril 30, 2008
viernes, marzo 21, 2008
sábado, marzo 15, 2008
Otras formas de combatir la gran tragedia
Hope junkie (enjuague, exprima y extienda)
Una poetisa (seguramente) llorosa y lastimera escribió como nota suicida: Estoy tan bonita que es una lástima, y a mí (seguramente) llorosa y lastimera (aunque, por fortuna, no poetisa) la frase me explicó la vida hasta entonces vivida.
Yo lo pensaba cuando tenía 15, y 16, y 17. Y aunque ya no persistentemente, cada que me derrotan lo vuelvo a sentir igual.
Ante tal situación se me ocurre una única solución: dejar atrás la sensación de que merezco más. No es la certeza, no es el conocimiento, sólo la idea constante que me pregunta siempre que por qué, que hasta cuándo, que quién entonces, si nunca es yo.
La tristeza no radica en lo perdido, en la contemplación de todo lo que se destruyó. La tristeza, la mía, está en saber que no se necesitaría cambiar más que algunas palabras, un movimiento, llevar acabo alguna simple acción que lo salvaría todo. Si es tan fácil, casi fortuito, si el camino está hecho; la idea persistente, la sensación de que merezco más no deja de preguntarme por qué por qué por qué no.
Salgo para quitarme el sentimiento, para ver si dejo de esperar esas palabras, ese movimiento, la simple acción. Algunos pasillos son más largos que otros. Mis puertas se abren todas a la decepción, pero puedo pensar, y lo pienso, que esto es demasiado, y después de todo es imposible pararse sobre esa idea con la seguridad de estarse sosteniendo en lo cierto. ¿Cómo tomar en serio que una puerta dé a la tristeza cuando el arquitecto la abre al pasillo? Además, ¿cuánto tiempo puedo estar afuera? ¿Qué tan lejos puedo caminar, hasta dónde que no me acompañe la desolación del no?
Al regreso sólo me queda un "hasta aquí dejo de creer en las segundas personas". Pero lo digo como cuando sé que no digo una verdad. Si lo único que he aprendido es a confiar, a esperar. Ya sé que es inmortal, y que si somos algo, somos esperanza de algo.
Este es mi dolor: lo único que tengo es lo único que aún puede detonar mi tragedia personal, incontrolable, incluso aburrida, siempre la misma.
Mis carencias, mis derrotas, mis desprecios, mis olvidos: esto es lo que soy.
Antes quería ser feliz, ahora quiero dejar de querer ser feliz. ¿Hasta cuándo voy a poder creer que está bien estar destruída, sentir que todo está perdido y ver como verdad que me desperdicio buscando salvarme a mí, salvar a alguien, salvar algo que me dé razón en pensar que la vida que se escucha en los rumores es una posibilidad? Yo ya sólo quiero perder la fuerza, los ánimos, el ánima, la fe en las personas. Yo quiero desesperanza, yo quiero no querer, yo quiero no creer.
Se sabe: me acabo con este vicio de la esperanza, y sin embargo, nunca voy a dejar de caer. Mañana todo va a estar bien y luego se repite otra vez.
The reasons all have run away, but the feeling never did
It's not something I would recommend, but it is one way to live
Cause what is simple in the moonlight by the morning never is
viernes, marzo 14, 2008
Conejos en la lavadora
Si algo me enseñó este viaje
fue que las ardillas no pueden estar más obsoletas.
Los conejos vienen muy fuerte para esta temporada.
Me disculpo por la culpa cargada sobre el año rata.
Y dejo de confiar en desconfiar.
miércoles, marzo 12, 2008
lunes, marzo 10, 2008
Paré de sufrir
No fui a Pare de sufrir, pero ya paré de sufrir.
***
I'm glad you got away but I'm still stuck out here...
Quién quitase y Dios quisiese
Otra que tal.
En lo literal y en la metáfora: Ya tengo muy poca Voz.
jueves, febrero 21, 2008
El fin de la fiesta
No me alcanza la tragedia para cubrir la imposibilidad de que por una vez algo sea verdad.
Invariablemente la fiesta se acaba.
Y tiendo mi luto sobre la honestidad, sobre la fe, sobre el amor, sobre las palabras burladas por la única verdad (que toda otra verdad no es sino un hablar por hablar).
El resto es silencio.
martes, febrero 19, 2008
miércoles, febrero 13, 2008
Nadie encendió las lámparas*
Me acuerdo de una parte del cuento de Felisberto Hernández (Nadie encendía las lámparas)
Los invitados empezaron a irse. Y los que quedamos hablábamos en voz cada vez más baja a medida que la luz se iba. Nadie encendía las lámparas.
Yo me iba entre los últimos, tropezando con los muebles.
que leí por algo de Vila Matas (el único con la -ridícula- osadía de usar en serio la frase esa sobre la vida)
A veces juego a pensar que nadie en mi casa enciende las lámparas. A partir de hoy, tras haber recuperado la memoria del cuento incompleto de Felisberto, jugaré también a irme el último tropezando con los muebles. Me gustan mis fiestas de hombre solo. Son como la vida misma, como cualquier cuento de Felisberto: una fiesta incompleta, pero una fiesta de verdad.
Y si ya llorando me preguntaran razones
no podría decir si es de tristeza
o de felicidad
o nada más por no dejar.
sábado, febrero 02, 2008
You're the yellow bird that I've been waiting for
con-el-a-mor
porque you're the yellow bird that I've waiting for.
La Isla de las Buenas Noticias
Del Viaje de Palinuro por las Agencias de Publicidad y otras Islas Imaginarias en Palinuro de México de Fernando del Paso.
martes, enero 29, 2008
Lo prometido es broma (al parecer)
- y me tomé una botella de salsa Valentina
- ¿cómo? ¿se la pusiste a unas papas o algo?
- no, sola
- ¿pero un poquito?
- no, toda
Gracielita, esa pobre campesina.
jueves, enero 24, 2008
(Re)volver la vida - for what it's worth
Decir que viví con comejenes, con tejones, con garrobos, animales con nombres hermosos, y que aprendí la belleza de las palabras.
Nadie sabe (y a nadie le importa) que aprendí a medir hasta dónde topa la marea conforme se va poniendo el sol.
Después, todo se cayó (en la metáfora y en lo literal), pero yo sé de las pertenencias, sé que aunque se rompan, se cambien, se entierren bajo lo nuevo, no se pierden; el suelo es bastión y su recuerdo arraigo.
Sé que, sin que nadie lo sepa ni a nadie le importe, ése lugar es mío.
Sobre todo lo que se deshaga, mi valle bonito me guarda.
Andando sin buscarlo voy a regresar.
Comienza por el principio y, cuando termines, te callas
* Luego: cosas mejores.
martes, enero 22, 2008
domingo, enero 13, 2008
Follow the leader
sábado, enero 12, 2008
Monitos que explican todo
¡Wepa!
miércoles, enero 09, 2008
Es que es como el verbo, como la vida misma
Dramón que se acaba (pero no se termina) de corroborar.
Reconsideraciones del mismo lamento de siempre que parece que se va pero luego vuelve y prudentes agradecimientos de medio tiempo
Lo bueno es que siempre queda lo que me grite desde donde esté, lo suficientemente fuerte para ser audible hasta el centro profundo del drama, que, aunque se caiga esto y aunque se caiga aquello, sigue valiendo la pena conservar intacta la esperanza.
Sí, la desgracia y todo, de nuevo me sobran los motivos, pero también me sobran (porque las que tengo me bastan y son enormes) las razones para aguantar.
Worst cover version
La genialidad: Sing you a song about all the sad imitations that got it so wrong...
El ardillismo: Like an own-brand box of Corn Flakes, he's gonna let you down, my friend.
All-in-one. Such a bloody delight.
(No entiendo quién es el que canta después de Bjork, se parece a Emmanuel, pero yo creo que no.)
martes, enero 08, 2008
De consuelos (desconsuelos) II
Es como tener un vale de descuento o un pase para salir de la cárcel del Turista para las tragedias.
Cómo ¿ya la desgracia otra vez? ¿Tan pronto? ¿Sí?
Utilizo mi gecetrón.
lunes, enero 07, 2008
De cómo las cosas nunca, pero nunca son lo que parecen
Dilo por mí, Explogind Dog:
domingo, enero 06, 2008
Dosmilochomil
A ver si funciona.
(Yo también quiero tener de dónde comparar el principio con el final: diciembre dirá.)