domingo, enero 22, 2006

Mis recuerdos olvidados

De un tiempo a acá me viene la preocupación de que se me olviden las cosas de las que no me quiero olvidar. Recuerdos de unos días, de viajes, de encuentros que yo quisiera tener siempre atrapados pero que se me empiezan a ir y ya tengo que darles resanadas de imaginación aunque hayan pasado hace unos meses, un año.

En cambio, hay momentos vividos que tengo tan nítidos por más que preferiría que ya no estuvieran ahí.

Cuando estaba en primero de secundaria escuché una conversación entre las que se sentaban atrás de mí:

-¿Y eso?
-Es que en la mañana encontré un pajarito muerto afuera de mi casa, y se lo saqué, y me lo traje.

Volteé hacia donde estaban las que hablaban y vi que Violeta tenía entre sus manos una bolsa de plástico transparente llena de un líquido (agua o alcohol, no sé) que ya se había teñido de café amarillento y, flotando en él, un corazón pequeñito.

Violeta era buena y, sin embargo, por culpa de ese corazón pequeñito que no se me borra (“...se lo saqué, y me lo traje”), 11 años después su nombre me sigue remitiendo a una figura perversa.

En lugar de guardar lo más querido, la mente se empeña en el almacenaje de las cosas que mejor sería olvidar, como el drama, la vergüenza, el corazón embolsado de un pajarito.

¿Luego por qué uno es como es?

viernes, enero 20, 2006

De consuelos (desconsuelos)

Qué bueno que nunca he tenido muchas oportunidades, así no siento que he dejado ir cosas que pudieron haber sido grandes en mi vida.

Qué bueno que nunca le he gustado mucho a la gente, así no siento que me estoy quedando sola.

Qué bueno que nunca he sido muy buena en algo, ni he viajado mucho, ni he sido bonita, ni he sido feliz. Qué bueno y qué suerte, de la de cosas que me habré salvado.

Bienaventurados los jodidos de antemano, pues.

* * *

Total, que cuando ya todo esté insoportablemente mal, siempre queda la opción de darse un golpe bien fuerte en la cabeza, quedar en blanco y volver a empezar.

* * *

Lo mío, mi vida, es algo así como una historia que tiene un agujero en medio: me da miedo caerme y que al salir ya no te vuelva a encontrar.




serenidad para que no se corte mi respiración
serenidad
para tomarte de la mano
y no llorar

miércoles, enero 04, 2006

El sueño de Finnegan (antes del despertar)

Mira, es simple, todo comienza con un descuido.

Dejar que la ropa fina se arrugue un día más en la canasta, que el carro derrame cada noche una gota de aceite, que en el lavatrastes se acumulen dos tenedores, una cazuela, un vaso aún con leche.

No importa porque la ropa no se necesita por el momento, el carro sigue avanzando y queda todavía mucha vajilla por ensuciar.

Así, una mañana no dan ganas de contestar la llamada y, como cumplirse ese capricho es fácil, no se contesta. Más tarde, cuando el ausente está ahí (presente), se le mira pero nada se le dice, ya por miedo, ya porque de pronto no dan ganas de hablar. Después las despedidas se van volviendo menos dolorosas, menos emocionantes. Luego se acaba la expectativa de los regresos. Al final el ausente vuelve pero ya no se le reconoce, simplemente se le mira con extrañeza y quien lo esperaba ansiosamente la noche previa a la mañana en que no dieron ganas de contestar la llamada se marcha, ya sin siquiera acordarse de qué estaba haciendo ahí.

Es simple, te digo, porque todo empieza con un descuido; pero la ropa se quedó con arrugas implanchables que se volvieron grietitas en la tela y la echaron a perder, el carro siguió caminando tras un arreglo (tampoco hay por qué caer en el tremendismo) pero el suelo quedó manchado por un montón de gotas de aceite que, la tarde en que llovió, formaron un charquito en el que un insecto (una mariposa o un grillo) fue a ahogarse, los trastes limpios se terminaron y el olor agrio de la leche descompuesta en los vasos llenó toda la casa.

Y lo peor, ¿sabes?, es que cuando la desgracia está instalada uno ya no se puede acordar de que en el principio todo fue tan simple, que todo empezó con un descuido.

No, no lo sabes. Quizá ya ni siquiera te acuerdes de qué estabas haciendo aquí.


And her eyes gave him no sign of love or farewell or recognition.

lunes, enero 02, 2006

Autodestructible (mañana ya no)

Al final siempre me pongo triste. Nadezhna no resultó ser quien yo creía (otra vez).

Pero bueno, baste decir

Sin saber realmente por qué, el chico dejó que sus brazos se deslizaran alrededor del cuerpo frío de Trencitas Rubias y la estrechó. Notó el líquido pegajoso de la sangre que le había empapado el vestido, notó los pezones completamente endurecidos apretarle la camiseta, y notó el hielo de ese cuello en el que, a su pesar, sin saber por qué, estaba hundiendo la cara mojada por las lágrimas. Lloraba porque Trencitas Rubias estaba muerta pero seguía bailando, arrastrada por el ritmo general y la tempestad áspera y furiosa de la música. Lloraba, sollozaba porque Trencitas Rubias había sido tan bonita y ahora estaba tan vacía, sus intestinos se habían escurrido por la gran raja abierta en la barriga como la parodia de una vagina, de un sexo suplementario e inútil.

de ahí que al final siempre me ponga triste.


Después todo vuelve a empezar y simplemente se sigue bailando.


Y yo


tap tap tap



También un poco de Ja ja.



Y sobre todo reía porque Trencitas Rubias, a pesar de la raja en el vientre, seguía bailando con él.



Una vez leí:


"Carajo, la risa es la que jode."


(Es un gran final)






JA