De un libro de Herman Melville que nunca leí formulé la teoría de que padezco el aún-no-llamado Síndrome de Bartleby. Cuando hablé sobre esto con alguien que sí lo leyó me dijo que lo que le pasaba a Bartleby no era ni por poco referente de lo que a mí. Ya creo más bien que él sufría el mal de El hombre de la penumbra, y que mi enfermedad no es nada literaria. Ha de ser una tonta falta de litio. Fuchi. Desilusión. Drama.
El caso es que yo PREFERIRÍA NO HACERLO, que belosmente entorpesko (¡ke padre! ¿no?), que viví de miércoles a lunes y mañana otra vez, que no me importa nada, que se mojaron los cerillos, que la vida es dura y que el fin de la amargura.
¿Entonces?
Nada, que no se puede decir nada.
El caso es que yo PREFERIRÍA NO HACERLO, que belosmente entorpesko (¡ke padre! ¿no?), que viví de miércoles a lunes y mañana otra vez, que no me importa nada, que se mojaron los cerillos, que la vida es dura y que el fin de la amargura.
¿Entonces?
Nada, que no se puede decir nada.
2 comentarios:
Nada, no se puede decir nada.
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